Un taller que transmite el espíritu del baglama artesanal: La historia de la fabricación de instrumentos de cuerda
13-11-2025
14:20
Entras en nuestro taller…
Al cruzar la puerta, te recibe el aroma de los árboles. A este lugar lo llamamos "El Polvorín". Nuestros barcos amarrados están cubiertos por una fina capa de polvo, como una gasa.
Cada rincón guarda una historia, cada estante un vestigio del pasado. Obras inacabadas a un lado, y saz a la espera de ser terminados al otro. Al cruzar miradas con el bağlama, que aguarda ser terminado en otro rincón, tus ojos y tu corazón se abren.
Cada rincón guarda una historia, cada estante un vestigio del pasado. Obras inacabadas a un lado, y saz a la espera de ser terminados al otro. Al cruzar miradas con el bağlama, que aguarda ser terminado en otro rincón, tus ojos y tu corazón se abren.
Un ligero olor a barniz podría irritarte la nariz. Si vienes en hora punta, podrías presenciar una pieza caótica con la energía de una orquesta.
Los sonidos rítmicos del papel de lija, el golpeteo del mazo sobre la madera, la respiración del maestro tensando la cuerda… Todo esto se conjuga, como si se creara una música silenciosa en su interior.
De hecho, entre los sonidos que se oyen aquí, cierras los ojos y empiezas a escuchar la composición de paz que surge de las profundidades a la superficie, fluyendo desde la multitud hacia la soledad.
Aquí el tiempo transcurre lentamente.
Cada acción, cada tarea tiene su tiempo. Aquí nadie tiene prisa, pues cada pieza se vuelve hermosa a su debido tiempo.
Lo que importa no es la finalización de la obra, sino su maduración. Cada rincón del taller está impregnado de huellas de paciencia, esfuerzo y expectación.
Cada baglama que se fabrica en este taller es más que un simple instrumento musical. Cada uno está hecho a mano, con paciencia y amor.
El conocimiento, la atención y el amor por la música del maestro se transmiten a cada uno de ellos.
La madera proviene de la naturaleza, pero cobra nueva vida en este taller. A medida que el maestro le da forma, al colocarle las cuerdas y al encontrar su sonido, el bağlama encuentra su propia identidad. Cada bağlama es único; uno transmite alegría, otro nostalgia y otro serenidad.
Aquí trabajan las manos, no las máquinas. Cada línea, cada surco, cada sonido está moldeado por la experiencia de nuestros maestros. El timbre de cada bağlama está intrínsecamente ligado al telar para conmover el oído y el corazón.
Incluso un golpe de martillo o una lima se hacen con sensibilidad. Porque este trabajo no es solo carpintería, también tiene que ver con la sensibilidad.
Cuando se elabora un bağlama, se mezclan tanto el trabajo del artesano como su alma. La mano de cada artesano es diferente, y el corazón de cada uno late de forma distinta.
Pero lo que todos tienen en común es su respeto por el sonido.
El taller no es solo un lugar de producción; es un lugar de aprendizaje. El maestro enseña a su aprendiz no solo a fabricar el bağlama, sino también a ser paciente, a prestar atención y a dar significado a cada sonido.
Aquí, un aprendiz no solo aprende el oficio; también aprende a escuchar la madera y a comprender la paciencia del árbol.
Un día, cuando fabrique su propio bağlama y escuche su primer sonido, se convertirá en un maestro. Aquí, todos encuentran su propia voz algún día.
Porque en este taller se transmite tanto corazón como conocimiento.
Aquí, el día no se mide por las horas, sino por la madurez de la obra. Cuando se termina un bağlama, no se trata solo de una simple pieza; es la culminación de una historia. Mientras se elabora el bağlama, nuestros maestros a veces tararean una antigua canción folclórica.
Es como si cada tarea encontrara su lugar en esa canción. Madera y sonido se unen, sonido y gente.
Cuando cada instrumento terminado ocupa su lugar en la pared, reina el silencio. En ese silencio, el maestro encuentra la paz, no el cansancio.
Cada baglama nace al final de un largo viaje, a veces de una morera de un pueblo de montaña, a veces de un viejo tronco de nogal.
A veces, un tronco que ha esperado durante años encuentra por fin el momento para convertirse en voz. Incluso el patrón de la veta de la madera presagia el tono que está por venir.
Entonces ese árbol cae en manos de un poeta y expresa amor, anhelo y patria.
Ese árbol, que una vez estuvo enraizado en la tierra, ahora se enraíza en los humanos.
Cada vez que suena, resuena el sonido de la tierra, el agua y el viento.
Cada bağlama elaborada en este taller lleva consigo un pedacito de nuestro taller. Refleja la paciencia, el trabajo y, a veces, el silencio de nuestros maestros. Una melodía nuestra vibra en cada cuerda.
Al tocar el bağlama, el sonido no solo refleja el aliento del intérprete, sino también el del artesano. Porque el valor de un instrumento hecho a mano no reside en su producción, sino en la sinceridad con que se elabora.
Cuando la dedicación de un maestro se combina con el paso del tiempo, el sonido se vuelve imperecedero. Incluso después de años, el bağlama conserva su calidez original.
Los muros de Tozhane escuchan nuevas voces y son testigos de nuevas historias cada día. Una mañana hay silencio, al atardecer hay risas.
A veces es solo el sonido de una sierra, a veces va acompañado de una conversación amena. En nuestro taller, la música no solo nace de las cuerdas, nace de la vida misma.
Aquí todo funciona según el estado de ánimo del día. Algunos días son sombríos, otros rebosan de alegría.
Pero pase lo que pase, cada día algo toma forma, cada día nace una nueva voz.
En este taller, la música nace en el árbol y se completa en el ser humano. Cada nuevo baglama se convierte en un puente que une el pasado con el presente.
Para nosotros, cada instrumento es como un amigo.
Al despedirlo, es como si una parte de nosotros se fuera.
Tal vez llegue a manos de un poeta, o tal vez a la primera etapa de una persona joven.
Tal vez llegue a manos de un poeta, o tal vez a la primera etapa de una persona joven.
Pero sabemos que cada vez que se reproduce, una voz de este taller está presente en esa melodía.
La fabricación de instrumentos de cuerda no es solo un lugar donde se fabrican baglamas; es un hogar donde se unen el instrumento, el trabajo y la música.
Es la continuación de una cultura, una tradición, en cada cuerda, en cada nota, en cada sonido.
Aquí los sonidos nunca terminan, solo cambian de forma.
Cada nuevo día es el comienzo de una nueva voz, una nueva historia.